Sonata nº 1 en Do Mayor. J. Christian Bach
Allegro
Rondó
Sonata Op. 9 en Re Mayor. L.V. Bethoven
Allegro molto
Rondó moderato
16 Valses Op. 39. J. Brahms
Suite Breve. C. Debussy
En barco
Cortejo
Minueto
Ballet
Mi madre la oca (5 piezas infantiles). M. Ravel
Pavana de la bella durmiente del bosque
Pulgarcito
Feúcha, reina de las pagodas
Conversaciones de la bella y la bestia
El jardín mágico
viernes, 11 de junio de 2010
jueves, 10 de junio de 2010
martes, 8 de junio de 2010
Sobre el piano a 4 manos
Siempre se ha dicho, y por tanto es un tópico, que el piano es el rey de los instrumentos. Afirmación en si misma discutible si consideramos el lirismo de los instrumentos de cuerda, la voz seductora de los de madera, el color tímbrico de los de metal, la energía de los de los de percusión.
Sin embargo es bien cierto que, desde la perspectiva, de la polifonía, el piano, de forma natural, es el instrumento polifónico por excelencia. Y si esto es así para el piano en general, ¿Qué decir, cuando se trata del piano a cuatro manos?
El dúo de piano a cuatro manos, que es una modalidad de la música de cámara, posibilita que el piano alcance su máxima potencialidad polifónica al actuar simultáneamente sobre el teclado dos instrumentistas, con una disponibilidad potencial de veinte dedos, a lo largo de sus siete octavas y media (ochenta y ocho teclas).
En estas circunstancias no es de extrañar que el piano a cuatro manos haya sido elegido el instrumento idóneo para verter en él transcripciones de sinfonías, cuartetos, operas etc.; pero lo verdaderamente significativo e interesante, y es lo que queremos destacar en estas líneas, es que esta modalidad de componer ha sido elegida por grandes músicos, a partir del momento mismo de la aparición del piano.
Así, encontramos que Johann Christian Bach, el hijo pequeño de Juan Sebastián Bach, el llamado Bach inglés, escribió varias sonatas para piano a cuatro manos. La forma de escribir de Johann Christian Bach, considerado el primer concertista conocido de piano, influyó sin duda en Mozart. Fue este último quien escribió una serie de Sonatas para piano a cuatro manos, brillantes, complejas y evolucionadas, obras que interpretaba con su hermana, siendo especialmente destacable por su importancia y nivel musical la Sonata en Fa M ( K.V. Nr. 497).
También Beethoven, aunque esporádicamente, escribió para piano a cuatro manos; y pienso aquí en la Sonata Op. 6 con sus 2 tiempos: Allegro molto y Rondo. La compuso en 1796 a la edad de 27 años. Decía en aquel entonces: Animo, mi genio triunfará. Es preciso que en este mismo año (1796) se revele el hombre todo entero.
En el Allegro nos encontramos ya, pese a ser una obra de juventud, con un Beethoven auto afirmativo y turbulento, que fluctúa, en el Rondo, a esa otra faceta de su personalidad, dulce y amable.
También en el romanticismo existe una importante literatura para piano a cuatro manos.
Si Schumann adoptó esta modalidad, fue sin duda Schubert quien mostró una verdadera predilección por el piano a cuatro manos, probablemente porque necesitaba de una forma ampliada de sonoridad, más rotunda, más poderosa. Precisamente el catalogo de su obra empieza con una Fantasía en Sol M. que se supone escribió a la edad de 13 años.
Lo cierto es que Schubert cultivó intensamente esta modalidad compositiva, mereciendo especial atención una obra maestra del género; su famosa, bella, y técnicamente compleja, Fantasía en Fa m.
No podemos dejar de citar entre los grandes románticos a Johannes Brahms, quien eligió el piano a cuatro manos para dos grandes y significativas obras: Las Danzas húngaras (21 danzas distribuidas en dos cuadernos), y los 16 valses de su Op. 39; una obra magnífica en la que los valses, sin dejar de ser valses, adquieren tintes y matices rapsódicos y sinfónicos.
Tenía 32 años Brahms cuando compuso estos valses. Poco tienen en común con los de Beethoven, o Schubert, o Strauss. Valses densos, profundos, complejos, hermosos, compuestos en 1865, un año doloroso por la muerte de su madre. Le escribe a Clara Schumann: cuanto más pasa el tiempo más siento la falta de mí añorada madre.
Y refiriéndonos ya al piano a cuatro manos en el pasado siglo XX, tenemos que citar, entre otros, a Gabriel Fauré, Claude Debussy, Maurice Ravel, Erik Satie, Francis Poulenc.
La Petite Suite de Claude Debussy es una obra sabia, sensual, imaginativa y deliciosa, escrita a la edad de 27 años en 1889. Años felices en los que convive con Gaby, la de los ojos verdes, en el París de la Exposición Universal.
Debussy explota inteligentemente todos los resortes del piano a cuatro manos, usando una forma de escribir que obliga a los intérpretes a tocar de una forma compacta, sabiamente entrabada, especialmente atentos a esa quinta mano que es el pedal, y que debe ser cuidado hasta el extremo.
Finalmente, es este apretado resumen, una obligada cita a Maurice Ravel.
Mi madre la Oca la escribe Ravel a la edad de 33 años en 1908. Glosa musicalmente una serie de cuentos; entre ellos Pulgarcito (de Perrault), Feúcha reina de las pagodas (de Madame D´Aulnoy), Las conversaciones de la Bella y la Bestia (de Madame Leprince de Beaumont), transcribiendo en la misma partitura y a guisa de encabezamiento, algunos extractos de los cuentos. Por ejemplo, en Las conversaciones de la Bella y La bestia:… No querida Bestia no moriréis, viviréis para ser mi esposo…
Maurice Ravel, con su inmensa maestría de instrumentador, realizó posteriormente una versión orquestal de esta obra, pero me atrevería a decir que la versión inicial para piano a cuatro manos tiene, con su depurada y compleja escritura, un encanto y una pureza insuperables, dejando un amplio margen de libertad a la imaginación.
En esta obra, el perfeccionismo y sentido lúdico de Ravel, raya en ocasiones la extravagancia, obligando a los intérpretes a tener que hacer filigranas en el teclado, para intentar ser fieles a la escritura del autor, tan celoso de la exactitud.
Resumiendo, diríamos que la modalidad del piano a cuatro manos, con la presencia de dos ejecutantes en el mismo teclado, sitúa a esta particular forma de ejecución pianística en el campo de lo concertante, y requiere una gran capacidad de colaboración y compenetración entre los dos pianistas, que se sirven mutuamente en unos casos y se aúnan y multiplican en otros hasta alcanzar el máximo clímax sonoro.
Añadamos a ello que todo esto implica, en ocasiones, un cierto funambulismo que suele sorprender y divertir al público no habituado, y exige a los pianistas que forman el dúo de piano a cuatro manos, una exagerada precisión, ilimitada coordinación y mutua atención, lo que convierte a esta modalidad de música de cámara en una arriesgada aventura.
Una temible, y maravillosa aventura.
Juan Ortiz de Mendívil
Sin embargo es bien cierto que, desde la perspectiva, de la polifonía, el piano, de forma natural, es el instrumento polifónico por excelencia. Y si esto es así para el piano en general, ¿Qué decir, cuando se trata del piano a cuatro manos?
El dúo de piano a cuatro manos, que es una modalidad de la música de cámara, posibilita que el piano alcance su máxima potencialidad polifónica al actuar simultáneamente sobre el teclado dos instrumentistas, con una disponibilidad potencial de veinte dedos, a lo largo de sus siete octavas y media (ochenta y ocho teclas).
En estas circunstancias no es de extrañar que el piano a cuatro manos haya sido elegido el instrumento idóneo para verter en él transcripciones de sinfonías, cuartetos, operas etc.; pero lo verdaderamente significativo e interesante, y es lo que queremos destacar en estas líneas, es que esta modalidad de componer ha sido elegida por grandes músicos, a partir del momento mismo de la aparición del piano.
Así, encontramos que Johann Christian Bach, el hijo pequeño de Juan Sebastián Bach, el llamado Bach inglés, escribió varias sonatas para piano a cuatro manos. La forma de escribir de Johann Christian Bach, considerado el primer concertista conocido de piano, influyó sin duda en Mozart. Fue este último quien escribió una serie de Sonatas para piano a cuatro manos, brillantes, complejas y evolucionadas, obras que interpretaba con su hermana, siendo especialmente destacable por su importancia y nivel musical la Sonata en Fa M ( K.V. Nr. 497).
También Beethoven, aunque esporádicamente, escribió para piano a cuatro manos; y pienso aquí en la Sonata Op. 6 con sus 2 tiempos: Allegro molto y Rondo. La compuso en 1796 a la edad de 27 años. Decía en aquel entonces: Animo, mi genio triunfará. Es preciso que en este mismo año (1796) se revele el hombre todo entero.
En el Allegro nos encontramos ya, pese a ser una obra de juventud, con un Beethoven auto afirmativo y turbulento, que fluctúa, en el Rondo, a esa otra faceta de su personalidad, dulce y amable.
También en el romanticismo existe una importante literatura para piano a cuatro manos.
Si Schumann adoptó esta modalidad, fue sin duda Schubert quien mostró una verdadera predilección por el piano a cuatro manos, probablemente porque necesitaba de una forma ampliada de sonoridad, más rotunda, más poderosa. Precisamente el catalogo de su obra empieza con una Fantasía en Sol M. que se supone escribió a la edad de 13 años.
Lo cierto es que Schubert cultivó intensamente esta modalidad compositiva, mereciendo especial atención una obra maestra del género; su famosa, bella, y técnicamente compleja, Fantasía en Fa m.
No podemos dejar de citar entre los grandes románticos a Johannes Brahms, quien eligió el piano a cuatro manos para dos grandes y significativas obras: Las Danzas húngaras (21 danzas distribuidas en dos cuadernos), y los 16 valses de su Op. 39; una obra magnífica en la que los valses, sin dejar de ser valses, adquieren tintes y matices rapsódicos y sinfónicos.
Tenía 32 años Brahms cuando compuso estos valses. Poco tienen en común con los de Beethoven, o Schubert, o Strauss. Valses densos, profundos, complejos, hermosos, compuestos en 1865, un año doloroso por la muerte de su madre. Le escribe a Clara Schumann: cuanto más pasa el tiempo más siento la falta de mí añorada madre.
Y refiriéndonos ya al piano a cuatro manos en el pasado siglo XX, tenemos que citar, entre otros, a Gabriel Fauré, Claude Debussy, Maurice Ravel, Erik Satie, Francis Poulenc.
La Petite Suite de Claude Debussy es una obra sabia, sensual, imaginativa y deliciosa, escrita a la edad de 27 años en 1889. Años felices en los que convive con Gaby, la de los ojos verdes, en el París de la Exposición Universal.
Debussy explota inteligentemente todos los resortes del piano a cuatro manos, usando una forma de escribir que obliga a los intérpretes a tocar de una forma compacta, sabiamente entrabada, especialmente atentos a esa quinta mano que es el pedal, y que debe ser cuidado hasta el extremo.
Finalmente, es este apretado resumen, una obligada cita a Maurice Ravel.
Mi madre la Oca la escribe Ravel a la edad de 33 años en 1908. Glosa musicalmente una serie de cuentos; entre ellos Pulgarcito (de Perrault), Feúcha reina de las pagodas (de Madame D´Aulnoy), Las conversaciones de la Bella y la Bestia (de Madame Leprince de Beaumont), transcribiendo en la misma partitura y a guisa de encabezamiento, algunos extractos de los cuentos. Por ejemplo, en Las conversaciones de la Bella y La bestia:… No querida Bestia no moriréis, viviréis para ser mi esposo…
Maurice Ravel, con su inmensa maestría de instrumentador, realizó posteriormente una versión orquestal de esta obra, pero me atrevería a decir que la versión inicial para piano a cuatro manos tiene, con su depurada y compleja escritura, un encanto y una pureza insuperables, dejando un amplio margen de libertad a la imaginación.
En esta obra, el perfeccionismo y sentido lúdico de Ravel, raya en ocasiones la extravagancia, obligando a los intérpretes a tener que hacer filigranas en el teclado, para intentar ser fieles a la escritura del autor, tan celoso de la exactitud.
Resumiendo, diríamos que la modalidad del piano a cuatro manos, con la presencia de dos ejecutantes en el mismo teclado, sitúa a esta particular forma de ejecución pianística en el campo de lo concertante, y requiere una gran capacidad de colaboración y compenetración entre los dos pianistas, que se sirven mutuamente en unos casos y se aúnan y multiplican en otros hasta alcanzar el máximo clímax sonoro.
Añadamos a ello que todo esto implica, en ocasiones, un cierto funambulismo que suele sorprender y divertir al público no habituado, y exige a los pianistas que forman el dúo de piano a cuatro manos, una exagerada precisión, ilimitada coordinación y mutua atención, lo que convierte a esta modalidad de música de cámara en una arriesgada aventura.
Una temible, y maravillosa aventura.
Juan Ortiz de Mendívil
Curriculums de Juan Mendívil y Dimitar Kanorov
Juan Mendívil
Hijo de músico, realizó sus estudios de piano en el Real Conservatorio de Música de Madrid en el que obtuvo el título superior de profesor de piano. También en París: primero en La Escuela Normal de música en donde tuvo la ocasión de tener contacto personal con Alfred Cortot, y más tarde pudo recibir los consejos de Ivonne Lefébure en el ámbito de los cursos que la famosa pianista organizaba en Saint Germain en Laye.
Ha grabado varios programas para Café Concierto de Radio Nacional de España y desarrollado una intensa actividad instrumental a nivel individual y también en música de cámara ( en especial en la modalidad de piano a cuatro manos) , habiendo actuado en numerosas salas de Auditorios (Teatro Auditorio Nacional de Cuenca), Ateneos ( (Ateneo de Madrid, Ateneo Musical de Campo de Criptana, Centro Mercantil de Zaragoza), Conservatorios (Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, Instituto Musical Turolense, Conservatorio Profesional de Cuenca), Teatros ( Mora, Alar del Rey) y en numerosas Casas de Cultura ( Centro Cultural Galileo, Casa del Reloj, Casas de Cultura de Cuenca Hellín, San Clemente, Belmonte, Tarancón, Aguilar de Campoo, Herrera de Pisuerga, Palencia, Mora de Toledo, Coslada, Universidad Popular de San Sebastián de los Reyes, Navacerrada etc.etc.)
Dimitar Lazarov
Prestigioso músico de nacionalidad búlgara, realizó sus estudios superiores de piano y dirección de coros en la Academia Nacional Musical de Bulgaria (Sofía), en la Universidad Nacional de Sofía en la especialidad de piano y en el Instituto Musical Veselin Stoianov.
Es también Profesor de teoría de la música y armonía
Ha participado como director de coros en numerosos festivales búlgaros, habiendo sido frecuentemente solicitado, como director invitado de opera, para dirigir operas de Rossini, Mozart, Verdi, Bizet , y como director de cantatas y oratorios para dirigir obras de Bach, Händel, Mozart, Verdi, en festivales bulgaros e internacionales. También ha realizado numerosas giras en Italia, Ucrania, Hungría, Suiza, Grecia, Alemania, Rusia, Slovenia, etc.
Ha trabajado en colaboración con los más destacados directores y compositores búlgaros, como Vidas, Arnaudov, Stefanov, Tanev, Kiurchiiski etc.
Hijo de músico, realizó sus estudios de piano en el Real Conservatorio de Música de Madrid en el que obtuvo el título superior de profesor de piano. También en París: primero en La Escuela Normal de música en donde tuvo la ocasión de tener contacto personal con Alfred Cortot, y más tarde pudo recibir los consejos de Ivonne Lefébure en el ámbito de los cursos que la famosa pianista organizaba en Saint Germain en Laye.
Ha grabado varios programas para Café Concierto de Radio Nacional de España y desarrollado una intensa actividad instrumental a nivel individual y también en música de cámara ( en especial en la modalidad de piano a cuatro manos) , habiendo actuado en numerosas salas de Auditorios (Teatro Auditorio Nacional de Cuenca), Ateneos ( (Ateneo de Madrid, Ateneo Musical de Campo de Criptana, Centro Mercantil de Zaragoza), Conservatorios (Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, Instituto Musical Turolense, Conservatorio Profesional de Cuenca), Teatros ( Mora, Alar del Rey) y en numerosas Casas de Cultura ( Centro Cultural Galileo, Casa del Reloj, Casas de Cultura de Cuenca Hellín, San Clemente, Belmonte, Tarancón, Aguilar de Campoo, Herrera de Pisuerga, Palencia, Mora de Toledo, Coslada, Universidad Popular de San Sebastián de los Reyes, Navacerrada etc.etc.)
Dimitar Lazarov
Prestigioso músico de nacionalidad búlgara, realizó sus estudios superiores de piano y dirección de coros en la Academia Nacional Musical de Bulgaria (Sofía), en la Universidad Nacional de Sofía en la especialidad de piano y en el Instituto Musical Veselin Stoianov.
Es también Profesor de teoría de la música y armonía
Ha participado como director de coros en numerosos festivales búlgaros, habiendo sido frecuentemente solicitado, como director invitado de opera, para dirigir operas de Rossini, Mozart, Verdi, Bizet , y como director de cantatas y oratorios para dirigir obras de Bach, Händel, Mozart, Verdi, en festivales bulgaros e internacionales. También ha realizado numerosas giras en Italia, Ucrania, Hungría, Suiza, Grecia, Alemania, Rusia, Slovenia, etc.
Ha trabajado en colaboración con los más destacados directores y compositores búlgaros, como Vidas, Arnaudov, Stefanov, Tanev, Kiurchiiski etc.
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